MONJAS CARMELITAS DE VIDA CONTEMPLATIVA:
LLAMADAS POR DIOS A VIVIR EN EL AMOR Y POR AMOR

¿QUIENES SOMOS?
     Pertenecemos a la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, mejor conocida como Orden del Carmen u Orden Carmelita.
     La Familia Carmelita es una Orden Religiosa dentro de la Iglesia Católica.  Tuvo su origen por medio de un grupo de ermitaños en el Monte Carmelo en Palestina y se ha desarrollado como una gran familia de hombres y mujeres extendidos por todo el mundo, los cuales, bajo el impulso de la contemplación y de la oración, colaboramos en la tarea de la siembra del amor de Dios en los corazones humanos, y contribuimos en la construcción de su Reino en el mundo, a través de distintas formas de apostolado en la Iglesia.
     Las monjas carmelitas compartimos con toda la Familia Carmelita un único carisma común: el empeño de “vivir en obsequio de Jesucristo” en actitud contemplativa que plasma y sostiene nuestra vida de oración, fraternidad y de servicio, en íntima familiaridad con la Santísima Virgen y en la línea profética del profeta Elías. 
     Nuestra forma de vida habitual es la de la vida contemplativa o de unión con Dios, como objetivo principal.  Forman también parte esencial de nuestra vida:  la oración intensa, la liturgia, la lectio divina, el trabajo, el estudio y reflexión, el silencio, la soledad, la penitencia alegre y la sana recreación, así como las tradiciones de piedad y las costumbres comunitarias, todos los cuales fomentan el encuentro con Dios en cada faceta de la vida diaria.  Tratamos de vivir sencillamente la dimensión interior, a ejemplo de María Santísima, la gran contemplativa. Intentamos siempre imitar y reflejar su pureza de corazón, su humildad y su unión con Dios a través de la adoración y de la alabanza.

NUESTROS INSPIRADORES 
     Como carmelitas nos inspiramos en la Virgen María y el profeta Elías:
     En camino con María Santísima:
     En este camino hacia Dios, las carmelitas reconocemos en la Purísima Virgen la mujer nueva que se deja renovar por la acción del Espíritu Santo.  Peregrina en la fe, María es signo de lo que deseamos ser en la Iglesia.  Por ello, como carmelitas, vivimos una relación íntima y familiar con María, nuestra Madre y Hermana, presente en la vida personal y fraterna.  En cada monasterio se vive una experiencia de lo que sería la casa de Nazaret, escuela de oración y de santidad, con María como Señora del lugar, a quien servimos e imitamos, tratando de reproducir sus virtudes y su relación de intimidad con Jesucristo durante el transcurso de su vida.  Con María, en silencio, las monjas carmelitas también nos ofrecemos para ser madres de las almas. Con el espíritu humilde y confiado de nuestra Santísima Madre, nosotras, en cada momento de nuestra vida, oramos delante de Dios por este mundo nuestro, en el que hay tantas necesidades.
     En camino con el profeta Elías:
     Elías es el profeta que cultiva la sed del único Dios vivo y verdadero y que después de un camino largo y fatigoso, aprende a leer de nuevo los signos de la presencia de Yahvé.  Como Elías, la monja carmelita vive en presencia de Dios, dispuesta a servirle como su único y sumo Bien, escuchando su voz en el silencio y en su Palabra viva y eficaz.

NUESTRA MISIÓN Y APOSTOLADO
     Como monjas carmelitas, servimos a Dios y a la humanidad en la Iglesia y con la Iglesia.  Creemos que la oración posee una energía y fuerza evangelizadora y cuando ésta es ardiente, puede abrazar al mundo entero y no está limitada ni por el tiempo ni por el espacio.  Nuestra oración y sacrificio traspasan las paredes de nuestro monasterio para llegar a cada pueblo y nación, a cada alma, produciendo así un fruto apostólico eficaz y fecundo.  Con nuestras vidas dedicadas a la oración y contemplación, recordamos a la comunidad cristiana y al mundo de hoy la importancia esencial y necesidad de los verdaderos valores espirituales.
     A través de nuestra búsqueda directa e inmediata de Dios, de nuestra unión con Cristo, de nuestra vida de comunidad, de nuestro sacrificio y oración, participamos de un modo especial en los gozos y en las esperanzas, en las tristezas y en las angustias de la humanidad.  Compartimos los deseos de todos los hombres y mujeres por la paz, por la expansión de la civilización del amor, y por la defensa de los oprimidos.  Consagramos nuestras vidas a Dios por la Iglesia y por las intenciones de los que se encomiendan a nuestras oraciones.  Nuestra Comunidad contemplativa vive en comunión profunda con la Iglesia local o particular: abrazamos en nuestro ardor apostólico las intenciones, necesidades y preocupaciones de cada parroquia de nuestra diócesis, especialmente las intenciones de nuestro Obispo y de cada sacerdote de nuestra diócesis.

EL CARMELO: FASCINANTE EXPERIENCIA DE DIOS
     La monja carmelita permanece caminando, con alegría y esperanza, en una constante experiencia de Dios en la sencillez de la vida ordinaria de cada día.  En esta aventura experimentamos que el Señor nos posee, nos abarca, nos ama infinitamente y a Él lo amamos por encima de todas las cosas.  Es su amor el que nos empuja a compartir el fruto de la contemplación y querer que otros tengan esa experiencia de contemplación que, en definitiva, es descubrir y ver a Dios en todas las cosas, personas y acontecimientos y más aún, ver todas estas cosas con los mismos ojos de Dios.
     Unidas al Señor Jesús, nuestro Esposo y Dueño, somos ofrenda, sacrificio de oblación por la salvación de las almas y de toda la humanidad.  Detrás de cada alma hay una carmelita sacrificándose y orando por ella.
     A ti amigo, amiga, hermano, hermana que lees estas líneas:
                       ESTAMOS A TU SERVICIO…
      A ti, joven, que has sentido tu corazón inquieto y tocado por Dios para servirle a Él y a la humanidad desde la vida contemplativa, deja atrás tu confusión y entrégate al Señor Jesús sin reservas y con todo el corazón para que Él te transforme en su instrumento.
       El Señor Jesús necesita corazones ardientes y generosos para encender tantos corazones apagados y fríos que necesitan de la vida abundante que solo Dios puede dar.
      El Señor no tiene tiempo de perder el tiempo y el tiempo apremia…Porque el Señor sigue teniendo sed de salvar almas y necesita colaboradores.  
                                   “Nos apremia el amor de Cristo”
                   ¡Ten confianza y valor y lánzate a la experiencia de Dios!
     
      
 Para aclarar tus dudas e inquietudes, para expresar tus peticiones, deseos e ilusiones puedes comunicarte con Sor Lourdes María Avilés Calderón al 787-834-6789 o escribirnos a:
        Monasterio Santa María del Monte Carmelo
           745 Carretera 349   Mayagüez, Puerto Rico  00680-8323
       También puedes comunicarte al siguiente correo electrónico:
      mtcarmelo@gmail.com