SAN RAFAEL KALINOWSKI

Oficio Propio Carmelita – 19 de Nov.

SAN RAFAEL KALINOWSKI.
Presbítero de Nuestra Orden.


Oriundo de una familia polaca, José Kalinowski, vio la luz en Vilna (Polonia) el 1 de septiembre de 1835. A sus ocho años, en 1843, entra como alumno interno en el Instituto de Nobles, del que su padre es profesor y del que, más tarde, llegará a ser director. En 1850, comienza sus estudios superiores en el Instituto de Agronomía de Hory-Horki. Dos años más tarde ingresa en la Academia Militar de Ingenieros del Zar Nicolás, en San Petersburgo. Después de obtener el título de Ingeniero en dicha Academia, en 1957, es nombrado profesor de matemáticas en la misma Academia y obtiene el grado de teniente. Entre 1858-1860, trabaja en el proyecto de la línea de ferrocarril Odessa-Kiew-Kursk. En noviembre de 1860, a petición propia, es destinado a la fortaleza de Brest Litowski, ascendiendo a capitán de Estado Mayor del ejército ruso.
El 17 de mayo de 1863, obtiene la baja solicitada en el ejército del Zar. Un mes más tarde, se alista sin embargo en el levantamiento de Polonia para liberarla del poder zarista de ocupación, y ante las insistencias del Gobierno nacional polaco, clandestino, acepta el cargo de Ministro de la Guerra en Vielna, para toda la comarca de Lituania. Kalinowski, conocedor del poderío militar ruso, sabe cuál va a ser el resultado de aquella insurrección, pero su patriotismo le obliga a no claudicar. En el otoño de este mismo año la insurrección queda vencida. A causa de su participación en este movimiento de liberación en Polonia, en la noche del 24 al 25 de marzo de 1864 es arrestado por los rusos y el día 2 de junio condenado a muerte. La pena le es conmutada por 10 años de trabajos forzados en Siberia, hacia donde parte el 11 de julio.
En Siberia en 1874, los condenados experimentan algunos cambios en su condición debido a sucesivas amnistías, pasando de “deportados” a “expatriados”, con las consiguientes mejoras de vida. Conseguida la libertad en septiembre de 1874, se traslada a Austria y en octubre a París donde es nombrado educador del príncipe Augusto Czartoryski. En 1875, viaja con el príncipe, que tiene síntomas de tuberculosis, a diversos lugares de Francia, Suiza, Italia y Polonia, buscando remedio para su salud.
En 1877, el día 15 de julio ingresa al Carmelo Teresiano, llega al noviciado de Graz, en Austria. Después de unos meses de prueba, recibe el hábito el 26 de noviembre y cambia su nombre por el de Rafael de San José. De 1878 a 1881, hace sus estudios eclesiásticos en Giör (Hungría). Y en 1882, recibe la ordenación sacerdotal en Czerna (Polonia)
De 1882 a 1907, el P. Rafael consumió el resto de su vida sirviendo en puestos de responsabilidad en la Orden: superior, organizador de la vida carmelitana y formador de varias generaciones de carmelitas.
Dedicó mucho tiempo y esfuerzos a los monasterios de las carmelitas descalzas y colaboró en la fundación de dos nuevos conventos. El estudio y la investigación ocuparon buena parte de los últimos años de su vida. Fruto de estos trabajos fue la edición, en cuatro tomos, de las Crónicas de las Carmelitas Descalzas en Polonia durante los siglos XVII y XVIII. Publicó también algunos trabajos propios, así como algunas traducciones del francés al polaco.

Se distinguió en el celo por la unidad de la Iglesia y la incansable dedicación al ministerio del sacramento de la penitencia y a la dirección espiritual. Muy devoto de María, acudían a él los fieles incluso desde muchos kilómetros de distancia, haciendo florecer en Polonia la Orden del Carmelo Teresiano. Siempre delicado de salud, sobre todo desde su permanencia en Siberia, entregó su alma a Dios en Wadowice el 15 de noviembre de 1907, y enterrado en el convento de Czerna el día 20 de noviembre. El 22 de junio de 1983 era beatificado en Cracovia, y el 17 de noviembre de 1991, canonizado por Juan Pablo II.

Del Común de pastores o de santos varones para los religiosos.

Oficio de lectura

SEGUNDA LECTURA

De las Exhortaciones de san Rafael, presbítero

Nada se recomienda tan encarecidamente en la Sagrada Escritura como la vida perfecta y santa y el cabal y esmerado cumplimiento de los deberes propios de cada uno. Dios, nuestro Señor, en el Antiguo Testamento, mando pedagógicamente a su pueblo: Sed santos, porque yo soy santo.

Nuestro Señor Jesucristo, que nos fue dado por el Padre eterno como formador, maestro y guía, ratifico de manera categórica esa consigna del Antiguo Testamento, cuando nos propuso la imitación de la santidad misma del Padre: por tanto sed perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto.

Ahora bien, ¿qué se requiere para llegar uno a ser santo y perfecto? A esto responden los doctores de la Iglesia, guías de almas y maestros del espíritu:”Si quieres hacerte perfecto y santo, cumple tus deberes con fidelidad”. Cierto día, un padre del antiguo yermo a un joven que le preguntaba por los libros de obligada lectura para el camino de la santidad, le contesto: “Por lo que a mi respecta, solo conozco dos libros:
El Evangelio, que leo por la mañana, y la regla, que leo por la tarde. El primero me enseña el modo de proceder para convertirme en discípulo de nuestro Señor Jesucristo; el segundo, el comportamiento para ser buen religioso. Esto me basta”.

Apliquémonos, pues, a la lectura de las leyes de Dios, con el fin de ajustar a ellas nuestra conducta. Cuando camines, te guiaran: cuando descanses: te guardaran: cuando despiertes, te hablaran. A todo lo largo de nuestro recorrido, esas leyes nos acompañaran orientando nuestros pasos. Que ellas estén a nuestro lado durante el sueño, y nos ocupen la mente al despertar. Así su voz reconfortante, resonara invitando a levantarnos. Con ellas triunfaremos de nuestras indecisiones y nos sacudiremos las resistencias y la morosidad de la naturaleza siempre enemiga del esfuerzo, opuesta al sacrificio y esclava del regalo.

La “ley de vida” nos ayudara a superar el miedo frente a los peligros y a seguir el camino de la obediencia con alegre disponibilidad. Que esa ley nos asiste siempre con su consejo, para que podamos dar a Dios una respuesta leal con magnanimidad y decisión.

RESPONSORIO 1P1, 13.15;Lv11,4

R. Estad interiormente preparados para la acción; el que os llamo es santo. * Como el, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta.
V. Yo soy el Señor, vuestro Dios; santificaos y sed santos porque yo soy santo. * Como el.

ORACION

Oh Dios, que otorgaste a San Rafael, presbítero, espíritu de fortaleza en las adversidades y extraordinario celo de caridad para promover la unidad de la Iglesia; concedenos, por su intercesión, ser fuertes en la fe y amarnos los unos a los otros para colaborar generosamente en la unión de todos los fieles en Cristo. Que vive y reina.